viernes, 10 de septiembre de 2010

8. Una lección


A los nueve de la mañana la luz que se colaba entre las persianas de mi habitación ya era insoportable, tocaba a la puerta de mis párpados pidiéndoles que abriesen y dejasen paso a un nuevo día. Me dolía la cabeza muchísimo pero tenía las pilas cargadas, estaba en casa de mi padre y aún era sábado, quedaban aún dos días con Inés. Inés se levantaba temprano, no obligada, como yo, sino porque no soportaba perder el tiempo, era la eficiencia personificada. Me pasé una hora en la cama dando vueltas inútiles pensando que quizá volvería a dormir y el dolor desaparecería. Finalmente, al ver que eso no funcionaría cogí un viejo libro de cuentos nórdicos que de pequeña adoraba y me perdí en los relatos que un millón de veces había escuchado. Mamá solía contarme esos cuentos, cada noche reclamaba una y otra vez que volviese a las historias que ya había memorizado y ella cambiaba cada detalle para que pareciesen diferentes. Cuando era pequeñita le decía: ``Mamá cuando lees haces magia porque la historia siempre cambia´´ y ella me decía: ``No , cielo, es que los personajes se cansan de hacer siempre lo mismo´´. Tras lectura me daba un beso en la frente, me arropaba y me dejaba sola. Era en ese momento cuando pensaba en cómo los personajes atrapados entre esas páginas de cruzarían de brazos y se negarían a vivir una y otra vez las bellas historias de amor y aventuras que a mí me apasionaban. Yo siempre pensaba: ``Pues yo, las viviría una y mil veces´´. ¡Qué tontería, era la chica menos aventurera del mundo!
En medio del quinto cuento, ``La princesa blanca´´, mi favorito, sonó el timbre.  Mi padre abrió la puerta y pude oir: ``Sube, creo que ya ha despertado´´. Parece mentira pero mi padre está siempre pendiente, siempre ahí aunque en cierto modo no lo veo ni sea capaz de valorarlo. Escuché como alguien subía las escaleras veloz, era Inés, seguro, pero había alguien detrás, alguien que las subía despacio y seguro que no era papá.
Desde la puerta que estaba entreabierta escuché:
-¿Estás presentable?¿Se puede?
-Pasa, tonta, estaba en cama haciendo tiempo.
¡Horror! Entró Inés sonriente y detrás Javi y yo en pijama. Creo que es necesaria una descripción del pijama para comprender el alcance de la vergonzosa situación. Estamos hablando de un pijama largo y de pelitos, sí sí, de esos como de polar para noches hibernales y que su uso se reduce a la más absoluta intimidad. Pues ahora estaba él mirándome y con una sonrisa en la cara de estar aguantando una gran carcajada y una buena broma.
-¡Anda, si así aun pareces más enana!
-¡Me parto! ¡El detalle de que venías acompañada lo olvidaste antes de entrar Inesita!
-¡Ui! ¡Vaya humor ya por la mañana! Supongo que la resaca será considerable, ¿no?
-La habitual, pero me sentiría mejor si no me hubieseis visto con estas pintas.
-Pero si estás preciosa mujer, como que entran ganas de…-Javi ya no tenía tanta gracia desde mi posición, aunque esperaba ansiosa el final de la frase.
-¡Abrazarte!- Inés y Javi coincidieron al unísono, pero yo no me permití ni una sonrisilla.
-Bueno, algo interesante que decir que no empeore mi mal humor.
-Pues sí, una noticia de las que te gustan, una fiesta en un pueblo cercano, una discoteca prepara una fiesta de la espuma-``Las que te gustan´´, el sarcasmo no sonaba bien en la boca de Inés.
-¡Bueno! Quiero pensar que bromeas. ¿En noviembre?
-Oye, oye, en los pueblos no somos tan finos, si no hay presupuesto en otro momento, pues se hace ahora.
-¡Genial! Cogeremos un buen resfriado.
-Mira, no te pongas así, ya sé que no te gustan  estos eventos pero me avisó un amigo de un amigo y me viene bien pasarme por allí y conocer a un par de personas.
-O sea que yo voy de pegote para que te ligues a un par de chicos.
-Prima, no sabía que era ese el plan.
-¡Nooo! Simplemente me viene bien porque son chicos de derecho y medicina y van a todas las fiestas en muhos quilómetros a la redonda y ser amiga de ellos puede resultar interesante.
-Lo que yo decía- Ya no me quedaban muchas ganas de discutir.
-Oye, osito de peluche en pijama, no te quejes, que yo también voy y vas a tener con quien conversar, y con quién beber claro, que yo hoy me pongo las botas.
-¡Uii! ¡Qué ilusión! Se me ve la alegría en los ojos ¡eh!- Pensé que en mi casa el sarcasmo desagradable quedaba a un lado pero no quería discoteca, ni espuma, ni Inés haciendo vida social ni Javi cuidando de mí borracho, no lo veía del todo claro.
-Oye, creo que el calor de ese pijama te está ahogando las neuronas, vete a cambiar, dúchate, refréscate las ideas y luego vamos a dar una vuelta y lo hablamos con calma, ¿vale?.
-¡Una buena aportación! Inés, te doy un toque cuando acabe y nos vemos en el parque.
-¡Perfecto! Y relájate un poco mujer, que te veo tensa.
-Lo intentaré.
La verdad es que no fui, me di cuenta de que no me sentía con ganas de vestirme y seguir con mi vida, me volví a poner mi pijama y volví a la cama. A las dos horas sonaba mi teléfono y me despertaba:
-¿Sí?
-¿Cuánto tiempo tardas en ducharte tía?
-Estoy cansada, rayada y me encuentro mal.
-¿Rayada?¿Por qué?
-No sé cielo, creo que estoy haciendo las cosas mal.
-Mira, ya hablamos luego, ¿vale? Quedamos a las ocho en mi casa que nos lleva un amigo. No olvides no venir muy arreglada que total para luego ponerse perdida.
-Vale, quedamos así.
En cuanto colgué me acerqué a la puerta y le grité a mi padre que me encontraba mal y que no me molestase, necesitaba dormir. Efectivamente, tras la visita me sentía abatida y necesitaba descansar. Con la luz en la cara y el ruido de coches y gente en la calle caí plácidamente dormida. A las tres de la tarde mi padre tocó en la puerta, no había entendido el mensaje y me traía un cuenco de sopa caliente pero no pude decirle nada, me apetecía muchísimo.
Al acabar le di un beso y sentí que él estaba contento y yo me alegré mucho. Él se fue, y yo cogí de nuevo el libro de los relatos y uno de la carrera y me entretuve leyendo mientras el tiempo volaba. Cuando me quise dar cuenta no tenía tiempo ni para arreglarme así que me puse unos vaqueros, una camiseta mona pero sin mucho escote y unos playeros. No tenía ganas de nada y pensé que tardaría poco en volver.
Me pasé el camino pensando en las pocas ganas que tenía de ir a embadurnarme y ver como la gente aprovecha la confusión. No tenía ganas de gente y menos de chicos.
Vi la espuma y ya quise morir.
-¡Dios mío! Recordarme de nuevo qué hago aquí.
-¿Qué es la decimoctava vez que te lo recuerdo? Vas a desconectar con el chico más guapo del barrio y su prima salida.
-¡Javi, tío, déjalo e invítala a algo!
Ella vio a uno de sus contactos y nos dejó plantados, y Javi me agarró y me llevó hasta la barra.
-¡Olvídalo Javi, no quiero ni puedo beber, no estoy de humor!
-Vale, está bien, pero vente a bailar conmigo.
-¿En medio de la espuma?- Mi cara era un espectáculo, no quería ni bailar ni nada.
-Así será más divertido-Me agarró de un brazo y con su fuerza, la decisión ya estaba tomada. Me acercó a él y con la expresión más seria que había visto en su cara me acercó a él- Oye, déjame decirte una cosa, ¿vale?
-Tú dirás, no me recuerdes lo mal que bailo, ya lo sé- En el mismo momento me sentí mal por bromear, él parecía muy serio y entonces, pasó lo más inesperado. Me besó, me dio un beso en la boca y me sentí tan confusa como nunca.
-Todo el mundo comete errores, no te rayes más, por favor.
Entonces lo entendí todo, me sentí bien y le abracé con todas mis fuerzas.

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