martes, 7 de septiembre de 2010

5.Papá, Inés y...proximamente Javi

     Su casa no era gran cosa, no era un chalet pero había sido suficiente para los tres y ahora parecía enorme para mi padre. Por fuera tenía un aspecto pésimo, estaba muy pegada a la carretera y en algún momento había sido blanca, ahora estaba manchada y la pintura se caía a trozos. Sin embargo, por dentro aún era preciosa. Su madre se había encargado de la decoración, todos los muebles eran antiguos y estaban en muy buenas condiciones. Las paredes estaban llenas de cuadros y fotos de la familia lo que le daba un aspecto muy acogedor. Las habitaciones quizás necesitaban una reforma. La de mi padre aún guardaba muchas fotos de la boda y los años posteriores, muchos perfumes y utensilios de aseo de mi madre, y algún libro en la mesilla de sus favoritos. Parecía la habitación de unos recién casados pero mi madre hacía ya más de nueve años que había muerto. Mi padre conservaba todas sus cosas como si algún día fuese a volver y pudiese enfadarse al ver que alguien había cambiado todo de sitio. Mi habitación era demasiado infantil aunque dormir en esa cama de sábanas rosas de perritos y mantas jugosas de bebé le hacía volver atrás en el tiempo, a un momento en el que no había preocupaciones y tenía una madre y un padre que estaban siempre a su lado.
    Cuando estaba lejos de casa añoraba la calidez de mi padre, su sonrisa dulce y su cariño, pero era cuando realmente volvía a casa cuando veía que esa imagen había desaparecido del rostro de mi padre. Vivir solo y sin mamá lo destrozaba poco a poco, cada nueva visita su rostro parecía más mayor, menos dulce y más agrio. Los años pasaban pero entre estas paredes lo único que cambiaba era mi padre. Esta vez me mostré más tajante con él, yo ya era una adulta y entendía que él debía tomar una decisión.

-Papá, te veo mala cara, pareces enfermo, ¿has ido al médico?
-Sí, cielo, no te preocupes, me hicieron unos análisis hace poco y me dijeron que estaba perfectamente.
-¿Cuánto hace que no sales de casa, papá? ¿qué no vas a dar un paseo? ¿Qué no quedas con los amigos?
-Ellos no quieren quedar como antes, no comprenden mi dolor y no soportan que hable de tu madre.
-Claro que lo comprenden papá pero ya hace mucho de la muerte de mamá por favor, tienes que empezar de nuevo, tienes que rehacer tu vida.
-¿Pero qué estás diciendo? ¡Cómo voy a rehacer mi vida! Yo aún amo a tu madre, no esperaba que tú me pudieses decir algo así.
-Y la amarás siempre  pero ella está muerta y nadie nos la va a devolver, no tires a la basura tu vida esperando que un día pueda volver.
     Mi padre sufría muchísimo y por eso le dejaba culparme de aquel modo pero tenía que entender que yo también la echaba de menos. Mis lágrimas caían silenciosas por mis mejillas, el recuerdo de la alegría ya pasada me dolía a mí también aunque él no pudiese verlo.
     Después de mi última frase, él se quedó inmóvil frente a mí mirándome con una mezcla de dolor y culpa. Entonces me abrazó con todas sus fuerzas y comenzó a llorar, lloraba muchísimo y todo su cuerpo me pesaba tanto que traté de alcanzar el sillón. Los dos llorábamos desconsoladamente como si volviésemos atrás en el tiempo y ella aún estuviese allí tendida en el suelo sin vida. Con cuidado lo fui dejando sobre el sillón mientras se dormía entre sollozos. Me senté en el suelo a su lado, buscando en sus rasgos el rostro de una persona que en algún momento fue mi mayor confidente y el apoyo incondicional en caso de caer. Ahora era yo la que lo escuchaba y apoyaba a costa, claro, de caer sola. Mientras me perdía en mis pensamientos alguien llamó a la puerta y acudí rápidamente para evitar que mi padre despertara.
     En el umbral de la puerta estaba Inés, me miró un segundo seria y luego sonrió y se abalanzo sobre mí abrazándome cariñosamente.

-Te vienes y no me avisas, estoy empezando a preocuparme cielo.
-¡Shhh! Mi padre está durmiendo, está algo enfermo, le dejaré una nota y salimos a dar una vuelta,¿vale?
-De acuerdo, dile que se mejore de mi parte.
     Mientras escribía sobre una vieja libreta las palabras, el rostro de Isaac rondaba mi mente. En cuanto acabé corrí a fuera intentando sacar de mi mente esa mirada que me aterrorizaba.
     Inés era la persona más alegre del mundo y mi mejor amiga. Me conocía mejor que nadie y a su lado era imposible sentirse sola. Toda la vida había vivido en la casa de enfrente, cuando llegó éramos muy niñas y no soportaba su manera de enamorar a todo el que la conociese. En el colegio, por ejemplo, tenía problemas con mis profesores y con mis compañeros, era una niña diferente y todos lo veían. Sin embargo Inés era la niña diez, los profesores la utilizaban como ejemplo, la clase la adoraba y todos confiaban en la cara angelical de Inés. Pero a los diez años todo cambiaría, Inés y yo comenzamos a discutir, la discusión llegó a las manos y descubrí el gran talento de Inés, el karate. Un labio hinchado y un par de moratones fueron las consecuencias pero además de una vergonzosa derrota gané algo mucho más importante, su amistad.
     Descubrí lo que se escondía tras su rostro angelical, una niña con un fuerte carácter, diferente al resto de la gente y con mucho que decir. Simplemente sabía jugar sus cartas ante la gente, cosa que yo desconocía.    Desde aquel día nunca nos separaríamos, y yo me convertiría en menos mala y ella en menos buena.

-Me tienes muy olvidada, ¿qué pasa ya no te apetece venir a verme los fines de semana?-sonreía y no dejaba ver ni el mínimo resquemor de odio.
-Claro que sí, no seas tonta, pero mi padre está un poco difícil últimamente.
-Lo siento, mi madre tampoco es que está en su mejor momento pero ¿dónde estás mejor que a su lado y al mío para poner una gotita de alegría en nuestras vidas?
-¡Inéees! No seas cursi.
-Solo digo la verdad. Oye, ¿pasa algo más?
-Bueno...
-¿Qué pasa?
-Hay algo que me preocupa, tengo pesadillas cada noche, a veces incluso me atormentan de día.
-Eso no es nuevo cielo, tu y tus pesadillas.
-Esto es diferente,ella ya no sale en mis pesadillas, es un chico.
-¿Un chico? ¿Pero le conoces?
-Mmm...¡No!
-¿ Y siempre es el mismo?
-Siempre él.
-Pues no lo entiendo chica, pero oye olvidalo, no le des más vueltas. Esta noche te vienes a casa, van a venir un par de primos míos y nos vamos a tomar unas copas y ver una peli.
-¿Qué primos Inés?
-Javi y Ana.
-¿Estás de broma?-Mi voz ya era una mezcla de alegría y entusiasmo, hacía por lo menos año y medio que no veía a Javi. Javi es maduro y divertido en partes iguales. Cada verano esperaba ansiosa la entrada de agosto que venía acompañada de la visita de Javi a Inés. Con dos años más que yo me ha aportado conversaciones, mimos y sonrisas que nadie más ha sabido dedicarme. No puedo decir que me guste, ni tampoco camuflarlo en admiración, lo que siento por Javi es mucho más interesante. La última vez que lo vi fue mágico, juntos en una fiesta del pueblo me miró a los ojos mientras bailábamos y me dijo: "Nunca dejes de regalarme momentos como éste por favor". ¿Qué pude hacer sino sonreir y darle el beso en la mejilla más dulce del mundo? Es poco decir que me muero de ganas de verle.

1 comentario:

  1. Sigo esta historia a pies juntillas... que llegue ya Javi por favor!!!
    Inés enamoraba con la mirada? vaya, y estudiaba inglés? ;)

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