La conversación duró unos segundos y al colgar tuve la sensación de que no había ocurrido, de que simplemente acababa de despertar de aquella horrible pesadilla. Aún tenía en mi mente cada detalle, todos hasta el momento en que el chico se abalanzaba sobre mi y furioso me levantaba el camisón, luego solo recordaba imágenes borrosas, como fotos movidas. Sabía lo que él me había hecho pero no porque lo recordase sino porque algo dentro de mi me lo decía.
Intenté dejar de pensar ello, las pesadillas acostumbraban acompañarme cada noche y esa era solo una más, seguramente el reflejo de cómo me sentí al ver la nota. Era la imagen de mi barrera sobrepasada, de que aquel chico discreto se había aventurado en una zona prohibida y eso era lo que mi sueño, de modo muy dramático, me quería decir.
En cuanto a la fiesta, sí que me apetecía ir, al igual que la inteligencia tiene que ser enriquecida, también los vicios y la juventud. Inmediatamente me levanté y al ver la hora corrí a la ducha.
Mientras caía el agua sobre mi piel pensaba una y otra vez en el porqué del sueño. No solía soñar con gente a la que no conocía bien, mis pesadillas solían incluir fragmentos de mi niñez o de la pérdida de mi madre o simplemente eran pedazos inconexos e incoherentes. Abrí mi armario y no tardé en eludir el tema, cambiándolo por la difícil tarea de elegir vestimenta.
Me decanté por un vestido muy corto de escote considerable que poco dejaba a la imaginación, de color rojo intenso y unos tacones negros. El bolso pequeño y también negro donde cupiese lo justo y necesario. En cuanto a la chaqueta, opté por una cortita que poco abrigaba pero que contribuía a mi imagen de chica fácil.
Salí de casa y me fui andando hacia la escuela, que quedaba a una media hora andando de mi piso.
Los pies ya empezaban a resentirse pero me encantaba esa sensación, ese dolorcillo incómodo que presagia una noche intensa. Aún eran las once pero el cielo estaba oscuro y entre farola y farola cruzaba una oscuridad un tanto incómoda.
-¡Muñeca!
Un grito sonoro y corto salió de una camioneta de una obra cercana. Aún cuando ya se había ido, el grito quedó en el aire, molestándome y angustiándome. En estos casos me entraban ganas de agarrar una piedra y lanzarla contra el cerdo que osaba acosar así a una pobre niña indefensa. La verdad es que ya no era una niña pero cuando alguien me gritaba por la noche o cuando iba un poco arreglada me sentía débil e indefensa como si me dañasen solo con el sonido. Fue en este momento cuando recordé al chico de los apuntes, y al sueño, y me sentí aún peor, aún más sola y desvalida. Decidí correr lo que quedaba de camino y así llegué en unos minutos pero respirando como si no me entrase ni una pizca de oxígeno.
-¿Qué te pasa cielo? ¿Ocurre algo?¿Alguien te ha hecho daño? Pareces angustiada.
Esta vez era una amiga de Sonia la que hablaba, y ambas estaban de pie a mi lado observándome.
-No os preocupéis, pensé que no llegaría y decidí apurarme un poco.
En estos casos era cuando me sentía mal por tratarlas siempre de un modo tan despectivo. Algunas veces, aunque pocas, se preocupaban por mi y eso lo hacía muy poca gente.
-¿Estás segura? Podemos sentarnos un poco antes de entrar, aun quedan veinte minutos para que empiece.
-Ajá
-¿Sabes quién estará aquí esta noche?-A Sonia ya le cambio el tono ``amiga preocupada´´ por el de ``cotilla profesional´´.
-Sorpréndeme-A mí también me cambió. Ya me había puesto de nuevo a la defensiva sin quererlo.
-El que te mira tanto.
-Eso está bien, quizá encuentre a alguien a quién mirar que no sea yo.
-No seas así, si lo veo voy a decirle que se acerque a invitarte a algo.
-¿En serio? Si veo a tu chico le diré que te lleve a dar una vuelta, te veo muy desocupada.
-Con mi chico ya doy todas las vueltas que tengo que dar y muchas más, no ves que solo trato de sacarte esa cara de amargada.
-¡Oh! Habló la chica dulce a la borde.
-Perdona, no quería decir eso pero es que a veces me pones mala.
-Ya abren las puertas, vamos a beber y a olvidar.
La verdad es que no me costó hacer ninguna de las dos cosas. La casa del chico de la fiesta era enorme, una especie de casita de muñecas de las que toda niña ha tenido alguna vez. Era de un blanco impoluto y tenía por lo menos diez habitaciones en cada planta. La cocina era inmensa, parecía la cocina de una de esas películas de cruceros de lujos en la que los humos y la gente apenas dejan ver más allá de los fogones. El salón era el núcleo de la fiesta, tenía unos sofás en los que cabían por lo menos cinco o seis personas, aunque en ellos había por lo menos el doble tirados unos encima de otros. La lámpara parecía una gran tela de araña de cristales que con la luz creaban imágenes en las paredes de todos los colores. Las paredes estaban llenas de cuadros, algunos parecían muy antiguos y caros, de otros solo quedaba una ligerísima marca en la pared que indicaba que el anfitrión había decidido retirarlos por si acaso. La verdad es que en poco tiempo la enorme casa se llenó de personas y aquello se convirtió en una pequeña lata de sardinas. El dueño de la casa, al ver que la gente estaba empezando a ocupar peligrosamente demasiado, decidió abrir las puertas hacía la finca en donde había una enorme piscina. Los que ya llevaban más copas encima no tardaron en tirarse y en convencer a sus compañeras más atrevidas para hacerlo también. Yo me alejé discretamente por si acaso alguien sentía la tentación de darme un empujoncito.
Al ver que la casa se iba vaciando, me acerqué a donde habían dejado las botellas y me serví un par de copas bien cargadas. La cabeza me estaba empezando a molestar debido a la música altísima y el humo que ahora empezaba a fugarse también hacia la piscina. En medio de mi entretenida tarea alguien se acercó por detrás de mí, pude olerlo igual que en mi sueño y me giré rápidamente como preparada para defenderme.
-Perdona, ¿te he asustado?
-En absoluto
-¿qué haces tan sola?
-¿Te importa?
-Supongo que sí, sino no me habría acercado.
-No tenías que haberlo hecho, aquí hay cosas mucho más interesantes que hacer.
-Puede ser.
-Pues eso, vete a descubrirlo, y no más miraditas en clase que todo el mundo se dio cuenta.
Su cara, aunque inexpresiva, dejaba entrever un poco de odio debido a mi respuesta no demasiado cordial. Se dio la vuelta tan rápido como pudo y se fue. Yo me quedé embobada de pie bebiendo y mirando hacia el espectáculo que se había creado en la piscina. De repente se acercó de nuevo alguien, pero este vino de frente.
-¿Te lo pasas bien?
-No lo paso mal.
-Me alegro, ¿Qué te parece la casa?
- No está mal, excesivamente grande.
-Para todo hay alguna pega, ¿no?
-No para todo
-¿Qué pega tengo yo?
-Estás delante de mí, demasiado cerca y molestándome en mi oficio de no hacer nada mientras bebo.
-¿Sólo eso? Me siento afortunado- Su mirada expresaba poder y no se iba a dejar amedrentar por mis comentarios burlones.
-Y tú, ¿qué? ¿Qué opinas de la casa?- No me interesaba en absoluto su opinión pero quería saber el motivo de su insistencia.
-Que para mi madre, mi padre y mis dos hermanos quizás es demasiado grande.
-Quizá no, seguro. Y, ¿a qué se debe el honor de que el anfitrión venga a interesarse por la más aburrida de sus invitadas?
-Porque de todas ellas, es la más guapa.
-Hablas demasiado.
-Podría dejar de hacerlo.
-Podrías llevarme a casa y allí tomar una copa un poco más tranquilos- Es verdad que era un estúpido orgulloso, que se estaba saliendo con la suya y que no me interesaban en absoluto los chicos que hablan pero me dolía la cabeza y quería alguien que no me dejase soñar esta noche.
-¿Qué me das a cambio?
-¿No eres capaz de callarte?
-Vámonos anda.
Como ya había dicho, no quería hablar y él no se empeñó demasiado. No había sido excesivamente difícil y para él, eso ya era suficiente. Llegamos a mi piso y no me preocupé demasiado en enseñarle la casa ni romper el hielo que ya estaba roto.
-Ven, te enseñaré mi cuarto.
Esto engacha!! tengo ganas de saber como va a continuar (aunque imagine sin problemas de que manera le enseñará su habitación). Que chica más borde, me recuerda a mi y a mis mañanas de invierno.
ResponderEliminarA veces un bonito buenos dias deberia bastar para regalar una sonrisa... a quien se deje.
Siempre me gustó tu forma de escribir, me alegro que hayas decidido hacerlo para que los demás puedan leerlo,por cierto una historia muy interesante y triste ¿es autobiográfica? jeje.
ResponderEliminarBiquiños